martes, 11 de noviembre de 2014

Hans Castorp despertó convertido en hormiga

Confieso que no he vivido. El tiempo transcurre siempre en una misma dirección y con un mismo sentido, y sin embargo es irregular. Se ahoga en la monotonía infinita del espacio; pero el movimiento de un punto al otro ya no es movimiento, y donde no hay movimiento, no hay tiempo. La monotonía y el vacío pueden dar la sensación de estirar el momento, las horas, de manera que se hagan largas y aburridas; y en el caso de grandes o grandísimas extensiones de tiempo, lo que hacen es abreviarlas, neutralizarlas, hasta reducirlas a algo nimio. A la inversa, un acontecimiento novedoso e interesante es sin duda capaz de hacer más corta y fugaz una hora e incluso un día. Lo que llamamos hastío es consecuencia de la enfermiza sensación de brevedad del tiempo provocada por la monotonía. El objetivo de un cambio de aires o de lugar es la recuperación que permite lo episódico, la variación. Los primeros días de permanencia en un lugar nuevo trascurren a un ritmo juvenil, es decir, robusto y desahogado; pero luego, en la medida en que uno se adapta, comienza a sentir cómo se van acortando. Ese rejuvenecimiento de nuestra conciencia del tiempo se hace patente al salirnos otra vez de esta nueva rutina (que hemos creado con nuestra prolongada permanencia en algún lugar), y se manifiesta cuando retomamos nuestra vida de siempre, la de todos días. Los primeros días en casa después de haber estado fuera nos parecen nuevos, desahogados y juveniles, pero eso es sólo al principio, pues uno se acostumbra más deprisa a la regularidad que a su interrupción, y cuando nuestro sentido del tiempo ya está marcado por la edad o no ha estado nunca muy desarrollado, se vuelve a adormecer rápidamente y, al cabo de unas horas, es como si nunca nos hubiésemos marchado y el viaje no hubiese sido más que el sueño de una noche. Error: ha pasado el tiempo, pero tú sigues siendo el mismo simplón, el mismo mediocre, el que lo ignora todo sobre la vida. Finalmente, nada podría impedirnos perder toda conciencia del paso del tiempo, y por consiguiente de nuestra edad, pues no poseemos ningún órgano interno, como la memoria, para percibir el tiempo, y por tanto, somos incapaces de determinarlo por nosotros mismos desde un punto de vista absoluto sin la ayuda de referencias exteriores. El hecho de aprovechar mejor el tiempo es una parte importante de la Mentira. 

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