domingo, 21 de diciembre de 2014

Cartas de Amor y Odio

CARTA UNO

Querida mía:
                    deseo que toda obra de arte te conserve  en tus pensamientos, en los presagios de tu espíritu, en tu plañidero encanto, en tus caprichos, en tu abstracción, en tu cuerpo desnudo de mujer selenita. Tu figura de pera prohibida, a la que se anticipara Botticelli al pintar su Venus, se me aparece por las noches de crudo invierno como lo más bello: una ninfa con la epidermis y los cabellos envueltos en llamas, una torre gótica que le implora a Dios que, por favor, no te ame, el Ave Inmortal que resucita de su pálida y chamuscada ceniza, la escritura de Borges describiendo tu inteligencia (si es que la tienes), un falo enorme que suscite en ti un orgasmo pleno, como el del lobisón aullándole a una luna repleta de un mármol quebradizo.

  Mientras desee todo esto, permaneceré aquí sentado, a un costado del abismo a esperarte, a esperar nuestro infinito común. Quizás pase algo: una luz cegadora, un disparo de nieve; un cataclismo con fuego y azufre, un tsunami gigantesco, que marque el cero, y así todo vuelva a recomenzar, ab initio, a nacer de otro huevo en el que seas tú la que me desees a mi como hoy yo te deseo.



CARTA DOS

Querida mía:
                     sé que tenemos poco, pero muy poco de conocernos. Casi nada. O nada. Pero no te preocupes por eso, pues yo asumo todo el riesgo de declararle el mi amor a una completa desconocida. Hay entre nosotros una gran pared que nos separa, como a Píramo de Tisbe: tu indiferencia mundana.. Pero, ¿cómo puede ser que no te olvide? ¿De qué sitio tomo yo tanta esperanza, tanto falaz ahínco para seguir amando tu figura en la ausencia?
  Enredadera, que arremetes por todos los desiertos e inextricables habitáculos del pecho, que confundes el alma e ilusionas el espíritu.. Enciende, amada mía [si no amante], la luz con tus pupilas y el sonido con tus labios, y andemos sin tropiezos hasta la penumbra. Deja todo lo demás de lado, mujer única, en flor, serenamente inmortal. Todo: tu orgullo por el qué dirán y tu envidiosa necedad. Siento en mi corazón que no existen los hados del destino si no te amo, pues estoy destinado a verte siempre debajo de la cama, donde colecciono tus sonrisas, o en ensueños de amargas fantasías.. Enarbolándonos en eterna asincronía, tu capricho será finalmente mi ruina.

  Te amo y te odio. No te amo o te odio. No a veces te amo, a veces te odio. Solamente vos representás esa mezcla de sentimientos encontrados; pues un amor endeble nos llevaría a odiarnos, un amor perfecto a ilusionarnos con mentiras, y la resignación, a jamás entendernos. Entonces, más allá de todo eso, sobreviene una fugaz idea: resulta suficiente que sólo uno sea el que ama, para que pueda haber amor.



CARTA TRES

Querida mía:
                     quisiera decirte que te amo así como aman los grandes artistas sus bellezas: con verdadero fervor y genuino interés.. El amor es una herida que se renueva constantemente, un fénix que vate sus alas ígneas, partiendo de un ser para llegar a otro. El amor es cambio, metamorfosis de un alma por otra.
  Eres eterna e insignificante hasta la ausencia: no somos más que un cuerpo desnudo, un suspiro único, un anhelo efervescente. Completo mi día, y pienso en ti: jardines, sexo, cornucopias, cristales rotos, en ti..


  Y qué más quisiera yo que renunciar al pensamiento, volcar la conciencia en el absurdo o en la nada, y sentir como un tonto, tu cuerpo desnudo. Jugar con tus manos, con tu pelo, con tu savia salival, con tu vientre y tus senos como un niño, que busca entender y no creer. Somos al igual que dos cauquenes patagónicos, perecederos al momento de partir cada cual por su destino. Somos en otro ser, mejor y más nuevo.