domingo, 16 de noviembre de 2014

Adiós a la tradición oral

En estos días el calor ha vuelto para quedarse: aumenta hasta los 32° C. con una sensación térmica de 36° C., chaparrón, y luego baja hasta los 22° C. con una sensación de 25° C; Pronto aumenta, y en cuanto quiere uno acordarse, hacen 35° C., con una sensación de 40° C., y así hasta el cansancio. Vivimos en una zona de clima templado, estamos de acuerdo en eso, pero pareciera que estamos siendo víctimas de alguna especie de experimento termodinámico hábilmente maquinado por nuestros hacedores (¿lo digo en serio..?). Las noticias televisivas de la semana tan sólo irradian fotones de angustia y miedo: un padre que entregó a su hijo psicópata y homicida a la justicia resulta no ser un padre ejemplar, pero sí un héroe nacional para muchos; el año 2015 se presenta como un pandemónium de propuestas sinsentido y alianzas mediocres; la Señora Presidenta se recupera lentamente de su sigmoiditis; un depósito de garrafas explota ocasionando una lluvia de teas encendidas hacía viviendas aledañas; “Caño Castacha” lucha por su vida; Jairo presenta un nuevo disco; músicos de todas partes de Argentina le hacen un tributo a Gustavo Cerati; Filmoteca presenta a Buster Keaton (la versión simplona de Chaplin).
Estaba por suicidarme, cuando se me ocurrió escribir aquí algo. Hay algo, por cierto, y está referido a mi extraño vicio por las Redes Sociales: conocer lo que piensan o sienten otras personas a las que ni conozco ni tengo planeado conocer, me hacen sentir un parásito más de los servicios de Internet. En mí no es ningún vicio, en realidad, sino que se trata más bien de una forma de vida. Vivo así, alejado del resto, disperso entre toda aquella multitud de mortales sin fe. Yo soy mortal, pero soy verdaderamente libre y humano (pues considero que ser humano es ser libre, y viceversa, o al menos así debería ser), en cuanto prendo el conmutador, en cuanto Google me da la bienvenida, y me invita a entrar en el mundo de los Sin Nombre. Antes dejaba volar más la imaginación, compaginando recuerdos o inventándome otros, posibles y más sensatos. En cuanto a mi fe, no la tengo depositada en algo demasiado claro aún. Es raro, no obstante, sentir tanta devoción por las Figuras Planas, y tan poco interés por una conversación informal y al aire libre, con un cristiano de carne y hueso. Me veo a mí mismo como al Ignatius Reilly de hoy, en el Barrio. Soy un reflejo de la soledad, y a los 28 años de edad no puedo aspirar a otra cosa que a la misantropía y a cierta oligofrenia. Sin embargo, amo (es decir, siento algo que no sé decir bien qué es), y eso significa que aún existe alguna chance de que se pueda llevar a cabo una metamorfosis de mi existencia, como la que sufriera Gregorio Samsa en su dormitorio. Siento esa sensación tan recurrente en Huxley de haber podido dejar mi espacio vital a otro ser algo más significativo:
“Un billón de espermatozoides,
Todos ellos vivos;
De su cataclismo sólo un pobre Noé
Se atrevió a pensar que iba a sobrevivir.
Y en ese billón menos uno
Podría por azar haber estado
Shakespeare, otro Newton, un nuevo Donne;
Pero ese Uno fui Yo.
¡Qué vergüenza haber expulsado así a los mejores que tú,
Entrando al arca mientras los demás quedaban afuera!
Mejor para todos habría sido, perverso homúnculo,
Que en silencio te hubieras muerto.”

Al igual que el personaje de John Kennedy Toole, he perdido toda confianza en el mundo, y la sociedad permanece como expectante al verme llegar, esperando a ver si me regenero y me nutro en su seno o si me hago odiar, si me arrepiento de mis pecados o si me convierto en un mártir más de la horca. Me cansa vivir (taedium vitae), pero considero que la muerte ha de ser mucho más aburrida, y por eso es que elijo vivir, aunque gustoso hubiese dejado la vida a otro Huxley, a otro Dostoievski o a otra “ella”. Otra similitud de tipo más fisiológico: mientras a Ignatius Reilly le sonaba la válvula, la cual se le abría y se le cerraba según la tensión que experimentara en un momento dado, a mí se me hincha algo a un costado del vientre, algo que me asfixia y me pone de malas. No voy a poder empezar la Universidad el año entrante, por falta de recursos y esas cosas, así que mi única meta en la vida ha quedado truncada de momento. No quedan muchas más alternativas que ejercer la pedorra docencia para poder pagarme los estudios universitarios de acá a unos cuatro años más o menos. En fin, que si lo hubiera sabido, no hubiese dejado pasar tanto el incansable tiempo. Los alquileres en la Gran Urbe están por las nubes, y mis ingresos personales son de cero para abajo. He de conformarme con ser un memo, un cero a la izquierda, un Sin Nombre. Por esto es que intento canalizar todo lo que pueda a través de las redes sociales (con una particularidad que me hace digno de aprecio: no jodo a nadie), porque ya no importa lo que haga, siempre estuve condenado (por no decir “destinado”, que queda feo) a pertenecer a la raza docente. Preferiría vivir bajo un puente, pero no es momento para queja alguna. No le abriré la puerta de entrada a mi corazón a la muerte antes que al amor, no me daré, pues, “por vencido ni aún vencido”, ganaré la victoria sobre mí mismo o me pudriré en la decadencia (o en la docencia, lo cual es algo parecido).

Ya que estoy con el tema de las redes sociales he de hacer un paréntesis al respecto: la palabra hablada de los seres de carne y hueso pareciera irse con el viento apenas se entabla una conversación con cualquiera de todos ellos. Estaría bueno que resurgieran los jíbaros de sus cenizas, pues consideran que “el vencido no está del todo vencido hasta que le cierran la boca. Por eso le cosen los labios con una fibra que jamás se pudre”. El paradigma cambió de un tiempo a esta parte: ya el hablar no es decir algo, pues sólo se dicen estupideces, sandeces, comentarios cizañeros, retazos de biografías inconclusas, se escupe un “te amo” casi sin sentirlo, porque a las palabras se las lleva el tiempo, y porque gracias a los medios masivos de comunicación se ha llegado a la banalización de la opinión por la opinión misma. No importa lo que yo le diga en el día de mañana a una muchacha que me resulta hermosa (como la que tuve el placer de contemplar en la mañana del día de ayer en una verdulería.. mi Dios, qué par de piernas calzaba esa ninfa..), mis palabras se perderán para siempre en los rincones de su memoria. La escritura rápida, fácil y poco pulcra ha reemplazado a la palabra hablada. La tradición oral descansa ahora definitivamente en su lecho de muerte, cerca del cual permanecía aún moribunda, a la espera, en su agonía cultural, del golpe final, del remate. Adiós a la tradición oral. Qué me importa a mí que una chica me hable en la calle, le pido su número de celular o su nombre de usuario en las redes sociales, y le escribo, así leo y releo su respuesta más tarde. Yo me pregunto si esos pibes se pajean mientras leen y releen esos  tweets o entradas o estados o SMS de sus contactos femeninos. Atiéndanme: eso no es flirteo. Y no es por el placer de escribir que lo hacen, porque sus respuestas son más bien parcas, más bien insulsas, y las pobres palabras son víctimas de fatales errores de ortografía y de una alternancia de significados que las vuelve obras de un maniático empedernido. Una caterva de pillos que se valen de la anfibología y de las antífrasis para seducir a pendejas con las que nunca se hubiesen atrevido a hablar por pudor o vergüenza. No culpo a las nuevas tecnologías como lo harían los miembros de su generación ancestral, señora, culpo al sistema educativo, a los padres de esas criaturas y a la sociedad en su conjunto.. En fin, que una cosa era hablar mal, pero escribir mal lo considero un sacrilegio, porque la palabra escrita permanece allí, no se pierde en el tiempo ni se desgasta en la memoria. Su misión es quedar para la posteridad, y escribir “arvol” o “güevos” no es dejar gran cosa. Por esto, los jíbaros deberían privarnos definitivamente del derecho a hablar, y dejarnos sin labios, por lo que no nos quedaría otra chance que escribir un poco mejor. Para besar sin labios propongo que usen las piernas..

El suspiro de cualquier mujer me deja últimamente sin aliento. No puedo corresponder a ningún posible enamoramiento en estos días, en los que sólo alcanzo a dar y recibir futilidad, en un desinterés que va en aumento. No me preocupa no sentir, porque después de todo soy el Hedonista Azul, aquel que ha detenido todo impulso afectivo para dejar de lado el odio y el rencor, pues “es el Mal quien anda desvalido como un amante”: sentiré en lo futuro algo que me haga apreciar el destino, aunque no me haga mucha gracia una circunstancia que es más bien ajena a mis propias decisiones. El destino es una condenación de los instintos. Un beso que me roza el alma, una vulva que me frota la punta del pene, y la abriga de sus propios caprichos. Te invoco, ilusión plena y mía, para que me visites en la ausencia de pasión, y me permitas separar aún más el sexo del amor. El amor desprovisto de sexo es más fácil de entender, aunque resulta menos divertido. Escribo todo esto mientras escucho Tears Dry On Their Own de Amy Winehouse en una repetición incesante, y presiento una erección. En fin, que he pulir la inteligencia que no poseo y afianzar mi fuerza de voluntad, antes de dirigirme a los campos elíseos del conocimiento académico.

El paisaje en el Barrio se pone muy majo en esta época del año: el viento sacude las hojas de los árboles (sauces, alerces y algunos arbustos de los que desconozco toda propiedad etimológica), el gorjeo de gorriones y jilgueros me endulza los oídos, el clamor de los niños reafirma la sensación de inactividad general, y siento el alma abarrotada de caprichos de niño: deseo salir y sentir el aire tibio de la tarde en el rostro o permanecer sentado al frescor de la escueta sombra vespertina. Sin hacer nada, para variar.




martes, 11 de noviembre de 2014

Hans Castorp despertó convertido en hormiga

Confieso que no he vivido. El tiempo transcurre siempre en una misma dirección y con un mismo sentido, y sin embargo es irregular. Se ahoga en la monotonía infinita del espacio; pero el movimiento de un punto al otro ya no es movimiento, y donde no hay movimiento, no hay tiempo. La monotonía y el vacío pueden dar la sensación de estirar el momento, las horas, de manera que se hagan largas y aburridas; y en el caso de grandes o grandísimas extensiones de tiempo, lo que hacen es abreviarlas, neutralizarlas, hasta reducirlas a algo nimio. A la inversa, un acontecimiento novedoso e interesante es sin duda capaz de hacer más corta y fugaz una hora e incluso un día. Lo que llamamos hastío es consecuencia de la enfermiza sensación de brevedad del tiempo provocada por la monotonía. El objetivo de un cambio de aires o de lugar es la recuperación que permite lo episódico, la variación. Los primeros días de permanencia en un lugar nuevo trascurren a un ritmo juvenil, es decir, robusto y desahogado; pero luego, en la medida en que uno se adapta, comienza a sentir cómo se van acortando. Ese rejuvenecimiento de nuestra conciencia del tiempo se hace patente al salirnos otra vez de esta nueva rutina (que hemos creado con nuestra prolongada permanencia en algún lugar), y se manifiesta cuando retomamos nuestra vida de siempre, la de todos días. Los primeros días en casa después de haber estado fuera nos parecen nuevos, desahogados y juveniles, pero eso es sólo al principio, pues uno se acostumbra más deprisa a la regularidad que a su interrupción, y cuando nuestro sentido del tiempo ya está marcado por la edad o no ha estado nunca muy desarrollado, se vuelve a adormecer rápidamente y, al cabo de unas horas, es como si nunca nos hubiésemos marchado y el viaje no hubiese sido más que el sueño de una noche. Error: ha pasado el tiempo, pero tú sigues siendo el mismo simplón, el mismo mediocre, el que lo ignora todo sobre la vida. Finalmente, nada podría impedirnos perder toda conciencia del paso del tiempo, y por consiguiente de nuestra edad, pues no poseemos ningún órgano interno, como la memoria, para percibir el tiempo, y por tanto, somos incapaces de determinarlo por nosotros mismos desde un punto de vista absoluto sin la ayuda de referencias exteriores. El hecho de aprovechar mejor el tiempo es una parte importante de la Mentira. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

Mujeres de ilusión

La televisión contribuye a fomentar la dañina influencia de las ilusiones que me rodean y corroen el alma. Al verla cocinar a Xime por Cocineros Argentinos siento cómo el alma intenta salírseme del pecho, aunque su idealización en una perfecta ama de casa, resulte inevitable. Soy un misógamo asumido, y todas esas estupideces de la casita y los hijitos me parecen fruslerías. Creo que el ser humano se relaciona con sus semejantes más por hábito u obligación que por verdadera decisión precedida por un deseo genuino. Tener una familia hoy es caer en la Mentira.


Cuando veía en la primera temporada de En Terapia o durante una de las semanas de 12 Casas de Santiago Losa, a Ailín Salas y su plañidero encanto, cada capítulo que había con ella me incitaban a la condescendencia, al amor y al miedo de perderla. Pero, ¿por qué iba yo a sentirme responsable por lo que pudiera pasarle a aquella febril muchacha, si no era ni mi novia ni mi pariente ni nada mío.. por qué habría de amarla a aún con las particularidades que no son propias de ella sino de su personaje? Porque caía en el dulce ardid de una ilusión. Les daba de algún modo mayor vigor a los demonios que llevo dentro. Dijo Vargas Llosa que un “escritor es aquel que escribe, no lo que quiere escribir (ése es el hombre normal) sino lo que sus demonios quieren”, y ahí tengo mencionados a dos de mis demonios: a Xime, la ama de casa, y a Ailín Salas, la chica neurótica. Son sus personalidades o su esencia (más allá del hecho de que cuando se conoce cómo son en verdad los actores que encarnan una ilusión, uno se cura del peor de los engaños, o de la respuesta obvia de que aquello es sólo teatro), lo que me atormentan y me urgen a escribir sobre eso. Me resisto a escribirlo, porque pensármelo se me hace inevitable, imagino historias con aquellas criaturas de ilusión, las escucho, como con ellas, les hago el amor, las insulto, me reconcilio, hacemos otra vez el amor, miramos una película y la comentamos.. Semejante efecto se producen con muchos de los personajes del animé japonés, aunque sus consecuencias resulten menos contradictorias que en el caso de los actores de carne y hueso, pues ya no guardan vínculo tan estrecho con la realidad. He intentado buscar al personaje de Ailín Salas en mujeres de todo tipo, y me he llevado un chasco. Es más posible una Asuka en mi corazón que una Ailín Salas en mi imaginación. Tal vez yo debí haber sido una caricatura.
Esta no es una sensación nueva. Ya cuando contaba con 18 años de edad, me fascinó el personaje que encarnaba Natalie Portman en Un Perfecto Asesino. Me sentía un poco Jean Reno después de eso, a quien sólo conocía por su lamentable participación en Ronin. Y también me fascinó por aquella época el personaje animado de Lynn Minmei de la Saga de Macros de Robotech. ¿Por qué? Pues porque en ambos casos se trataba de chicas que perdían la inocencia a consecuencia de circunstancias adversas y surreales. Al parecer buscaría una pareja así yo por aquel entonces, una futura ama de casa neurótica, aunque no la haya encontrado en la vida real. Creí encontrarla en una muchacha oriunda de San Juan, pero esa es ya otra historia. Está también, por aquel tiempo, la falsa imagen que me hice del amor con la película Cumbres borrascosas (1939) de William Wyler, tan anacrónica para nuestro tiempo (me gustó más que la novela de Emily Brontë, por cierto). Perdido en ilusiones pasajeras, en los caprichos de la nebulosa del destino de amar y de soñar despierto, permanezco como suspendido en el aura de la imaginación.

“¿y cuando uno lee..?” No, porque cuando uno lee también piensa, constantemente está pensando, y al pensar no comete el error de dejarse llevar tan dócilmente por una imagen creada en la mente (al menos que uno así lo desee). Aquellas imágenes, ¿apelarían a mí para entretenerme o para confundirme? es un crimen intentar implantarle una idea así a un mortal cuando éste está con las defensas bajas, con el pensamiento inactivo o depositado en otro sitio. Está dicho hoy aquí: prohibido pensar sobre lo que se siente, cuando se ve la televisión. Es mejor dejar que le exploten las emociones a uno como mejor les parezca, que inciten a los demonios a la revuelta.. Piensen que a fin de cuentas sólo se trata de ficción científica, y que la realidad real se encuentra más cerca de lo que creemos.

Hay sin embargo cierta muchacha que me inspira amor, aunque se trate más bien de un amor fraternal, como el que se sentiría por una hermanastra. Ni se me pasaría por la cabeza desear acostarme con ella, conviene aclarar. Hoy en día se dice que tal mortal gusta de tal otro, pero el verbo “gustar” resulta demasiado ambiguo, pues qué es lo que gusta (su forma de pensar, sus ojos, su cuerpo, todo..), y amar suena un tanto exagerado para lo que siento, así que “amor fraternal” está bien. Digamos que amo sus cualidades, que no son las mías, como el ser abstracto que en realidad es. Aclaremos: es un ser de carne y hueso, pero cuyas cualidades van más allá de todo sexo, “más más allá” como soñara Pessoa. Es toda ella pensamiento y toda ella ilusión. La siento como a una versión mía mejorada, superada, transmutada. Voy a pasar a llamarle “ella”. Puedo decir que “ella” parece haber pasado por un proceso de alquimia hermética, por el cual el pensamiento alcanza una forma más elevada, más pura. Puedo hacer una gran distinción entre “ella” y Ella (Ella, de quien sí se puede decir que yo he estado enamorado.. aunque la verdad nunca haya alcanzado a entender mis sentimientos por Ella): Ella era frívola y doctrinaria, y “ella” es libre y mística. Ella se reía como una niña ingenua, pero se atormentaba pensando, su fe en Dios era su guarida, y su castidad, su más alto valor en la vida. Creo que me encapriché con emanciparla de su miserable virginidad, pero su fe en Dios fue mayor.. “yo soy más Dios que Él, pues soy Dios de Mí mismo”, le dije, y me creyó un loco. Pasemos a algo en común que tenemos “ella” y yo, algo que Clavdia Chauchat le reprocha a Hans Castorp en un fragmento de la Montaña Mágica de Thomas Mann: “(…) me tranquiliza oír que no es un hombre apasionado. Si fuese apasionado, no podría ser lo que es. La pasión significa vivir por amor a la vida. Y ya sabemos que usted vive por las meras experiencias que la vida pueda proporcionarle. La pasión es el olvido de uno mismo y usted no tiene otra preocupación que la de enriquecer su espíritu. Ni se le pasa por la cabeza que ésa es una abominable forma de egoísmo, y que, un buen día, se convertirá usted en un enemigo de la humanidad”. Así vivimos, ajenos al resto, exentos de pasión, sedientos de las meras experiencias que la vida pueda ofrecernos, con la diferencia de que yo ya me he convertido en un enemigo declarado de la humanidad, un misántropo que en su neurosis aún busca algo de aprobación de parte de otros mortales. Soy el Hedonista Azul, aquel que ha llegado a la cúspide de su egoísmo, ante un mundo que ha llegado al paroxismo de la Mentira, en un lugar donde habitan “esos seres abortados y creados para irrisión de sus semejantes”. Es “ella” la que va por el mismo camino, y la que debe adoptar el budismo o correrse de la Rueda de la Fortuna o si no estará perdida para siempre, hundida en el Abismo..

jueves, 6 de noviembre de 2014

“No sé lo que quiero pero lo quiero ya”

   Sigo sin saber por qué escribo aquí, y no en otro sitio, no sé, más personal. Es una sensación análoga a la de vivir. Escribir aquí podría decirse que es una buena metáfora de mi existencia (¿o de mi inexistencia?). No sólo porque escribo lo que me pasa, sino porque lo escribo como vivo. No me refiero a no encontrarle un sentido a la vida y todas aquellas sandeces como “estoy harto de vivir” o “la vida es aburrida” que vomitan las almas sufridas pero poco preparadas para pensar por qué es que sufren. Podría encontrarle un sentido a la vida fácilmente con una profesión, con la monogamia o con la verborragia (tan en boga en estos días), pero jamás podría hallarle EL sentido [por antonomasia]. No, lo que NO le encuentro a la vida es un principio y un fin. De dónde vengo y hacia dónde voy, sobre todo si sostengo que no existe el destino (ni fraguado de antemano por los hados del destino ni forjado por nosotros mismos.. pues: ¿existimos, acaso?). Ya ven que no tengo fe ni en Dios ni en el ego. Entonces, vengo de la Nada y hasta allí me dirijo cada vez alejándome más y más de la Nada-origen y acercándome más y más a la Nada-fin. No es nuevo lo que escribo, pero mi aceptación de ello sí que lo es (creo..). La vida como un suspiro (lo cual tampoco lo descubrí yo), un algo efímero, me deja al menos con alguna certeza. Ojo, que lo que busco no son garantías (pues nadie las busca a los 28 años, salvo los enfermos terminales), ni respuestas.. en realidad, no sé lo que busco, o como lo cantó Prodan: “no sé lo que quiero pero lo quiero ya”. En fin, no voy a ser yo el que llegue a ninguna conclusión, a nada definitivo, con respecto a la vida, así que acá cierro con el tema de la existencia (aunque esté en estrecha sincronía), para retomar el tema del porqué escribo aquí y no allá. Diría (sí, sí, otra vez) que intento conocerme ante un mundo que no se conoce a sí mismo. Y que intento no el vivir a través de la vida de otros (lo cual sería caer muy bajo), sino el que otros vivan a través de mí, nutriéndome yo con lo esencial de cada ser que atraigo (por la ley de atracción, según me dijo uno de los miembros de la Cofradía del Cogollo, de la que pronto escribiré algo). Yo les diría a todas aquellas almas humanas que atraigo hacia mi persona (por la razón que fuere), lo mismo que le dijo Iván Karamazov a su hermano Alexei: “mi propósito no es pervertirte ni quebrantar tu fe. Al contrario, lo que deseo es purificarme con tu contacto”. Y eso es todo lo que pretendo, en definitiva del otro (al menos esa es la idea en un primer momento, pues en una ocasión quise tener sexo con una testigo de Jehová que intentaba convertirme, pero eso ya es otra historia). No me juzguen ni mal ni bien, pues todos somos un poco Dios ante el resto: perdemos la cabeza y creemos que los demás están hechos a imagen y semejanza nuestra; tendemos a perdonar y a infligir castigos; nos consideramos modestamente superiores (valga el oxímoron); etc.. Tampoco me refiero a ser todo amor.. en fin, que si no lo entienden es porque antes tampoco yo lo comprendo, pues soy una suerte de galimatías ambulante o de Filóloco fanático. El tema está en que a veces es bueno lograr un equilibrio constante entre la soledad y la popularidad para no estar solos (pues tampoco es el camino más apropiado el mandar a todos al cuerno). Es importante tener amigos de los que nutrirse y ser una fuente a la vez para que estos también se nutran (si eso les sirviera para vivir). Escribió Ovidio: “Donec eris felix, multos numerabilis aricos, tempora si fuerint nubila, solus eris” (mientras seas feliz contarás con muchos amigos, pero si el tiempo se nubla, estarás solo). No sé si la felicidad viene a cuento, pero probablemente sí tenga algo que ver el estado de ánimo. Se necesita una actitud positiva ante la vida para tener muchos amigos, y una actitud compasiva para tener pocos. Hay que transitar el sendero de en medio, pues, y tener algunos amigos, lo más entrañables que se puedan hacer, aunque es difícil pues no encuentro ninguno, salvo el Ruso (quien vive bastante lejos) y otros amigos potenciales (es decir, aquellos con los que aún no he podido concretar una relación de amistad firme).



miércoles, 5 de noviembre de 2014

La ciudad de los murmullos

Selección de “locos”: el loco de los vidrios, es un limpia-vidrieras, lo que hace es sacarle brillo a las vidrieras de los negocios del centro. Tiene la particularidad de hablar solo mientras trabaja. Al parecer, algún que otro curioso al paso (pues entre nuestros parroquianos los hay de sobra), se para un día a intentar discernir algo del soliloquio de aquel singular personaje, y rescata cuestiones referidas a su higiene personal, historias deshilvanadas acerca de sucesos que probablemente no hayan ocurrido nunca, métodos ridículos para sanar la indigestión, y el chisme (lo que otros le contaron o lo que otros le contaron que le contaron..), aunque de este último no se lo puede culpar solo a él. En definitiva, lo que hablaba eran pavadas. Llamó mucho la atención en una época, porque siempre llevaba puesta la camiseta de algún club de fútbol con la marca Adidas, con lo que los colores chillones resaltaban aún más su figura ya de por sí inmensa, sobre todo en los días de mucho sol. A un grupo de miserables que pasaban justo por donde él trabajaba, se les ocurrió ponerle un apodo (hay en el Barrio un sinnúmero de inútiles dispuestos siempre a ponerle uno a todo aquel que resulte un poco distinto al resto). En un derroche de genialidad más allá de las fronteras de la pobre imaginación que puedan llegar a tener un par de los miembros de la chusma, le llamaron Pavadidas = Pava (porque decías “pavadas”) + Didas (porque llevaba siempre ropa de Adidas). Esta conjunción de palabras quedó prendada de él hasta nuestros días. Un día, al pasar frente a él, lo vi terminar de limpiar una vidriera y contemplar su reflejo detenidamente. Al ver su reflejo tan nítido frente a él, lo matonea (con ese movimiento de cabeza tan característico en los potrillos) y le dice: ¿Y vos qué mirás..? Esto, sin duda, le serviría como publicidad, pues la vidriera no podría estar más limpia. Un hecho a destacar de su personalidad es que le importa poco y nada el qué dirán. Ustedes me dirán: ah, bueno, pero está loco ese.. Y yo les diré que todos lo estamos.

Por hoy basta de “locos”. El Ruso intentó llamarme también ayer, pero no alcance tampoco en esa ocasión a tomarle la llamada. El Ruso fue mi compañero de banco en el instituto pedorro en que estudié la carrera de bibliotecología. Nos hicimos amigos casi enseguida, él leía a Voltaire y yo hacía sudokus. Nos unió aún más el Maestro ruso, y comenzamos a juntarnos en bares de mala muerte para hablar de literatura y beber cerveza. No parábamos hasta embriagarnos, y a lo último creo que nos destornillábamos de la risa contándonos chistes sicalípticos, y atrayéndonos de alguna que otra rubia raíces-negras. La verdad es que siempre me gustaron esos lugares, me ayudan a pensar y no me siento para nada cohibido. El Ruso ahora es bibliotecario escolar, lo cual le resultó bien porque ya era maestro. Luego perdimos contacto visual y cada tanto me llama para mantener contacto auditivo.. en fin, no hay mucho más para agregar ahí, salvo que el Ruso me llame y yo lo atienda..

El Barrio es la ciudad de los murmullos. No se puede pasar por al lado de un grupo de personas sin que éstas dejen de hablar, guardando el mayor y más incómodo de los silencios, clavándole a uno una mirada de lo más afilada, para pronto retomar la desatendida conversación en un leve murmullo apenas no quedan a la vista oídos ajenos. ¿Le importa a alguno acaso lo que sea de lo que esté hablando la chusma? Todo el tiempo intentan sembrar la paranoia en el otro, pues como ellos viven así, en ese estado de perpetua expectación por lo que dirá el otro, insisten en mantener esa actitud tan solidaria. Mantener en secreto constante hechos que sin duda todos conocen o pueden averiguar fácilmente, y probablemente, con una mayor afinidad con la realidad, o que sencillamente a nadie le interesa, es moneda corriente en el Barrio. Custodiar una información banal, excitando a su vez la curiosidad del otro al pasar, me parece una conducta bastante lamentable, porque si te interesa hablar de algo, no hace falta que metas a otro en el asunto pensando que pueda llegar a interesarle. No puedo estar pasando por al lado de dos chicas, dos chicos, o un grupo de viejos verdes, que se quedan como pasmados, absolutamente mudos cuando paso.. lo peor es de pronto sentir que cuchichean a mis espaldas, con lo que sólo se me ocurriría pensar en mí (en caso de que me importara, no en caso de que me moleste, pues sí que es molesto y mucho), que están hablando de algo referido a mi persona, con lo cual ya entré en el baile. ¿Hace eso adrede la chusma insulsa del Barrio, para descubrir si alguno tiene algo nuevo que esconder, o para llamar simplemente la atención..? o qué sé yo, que parecen un hatajo de vacas y ovejas, y no de personas.

Por hoy nada más tengo que decir que resulte digno de mención..

martes, 4 de noviembre de 2014

Asuka.. Asuka.. por siempre, Asuka..

Existieron, y existen aún hoy, ciertos personajes, personalidades de angustia, en el Barrio, que destacan por su “locura”. Las Floristas, la Gritona, el “Fuira”, el Waska, el Mudito, el Tapón de Grasa, el Busca-nidos, la Tina, el Pata Sucia, el Pavadidas, el buen Mr. Morris, el Palo Borracho, el Cara de Tortilla  la Dientona y el Fermín, son algunos de ellos; en algunos casos, su fama (mal merecida por cierto) está unida a la relevancia que puedan llegar a tener ante la chusma, pero voy a intentar dejar eso de lado. Algunos de los que acabo de mencionar eran indigentes (o aún lo siguen siendo) y tenían su modo bastante peculiar de ganarse el sustento, y otros se dedicaban a prestar su ayuda al prójimo. Algunos ya murieron y otros patean aún la piedra a gran distancia. Desde la perspectiva de la chusma cotidiana, no importan gran cosa lo que se ve en cierta persona, sino más bien lo que uno cree ver en esa persona con tal de desmerecerla, intentando envenenar su historia lo más que sea posible. A las viejas de todas las esquinas les preocupa más el escándalo antes que el mérito en la vida de un cristiano. Por eso, no conviene dejarse llevar demasiado por el chisme, e intentar ver más allá del qué dirán a estas gentes incomprendidas y hasta por ahí incluso también envidiadas por su entorno. Quiero rescatar los aspectos más sobresalientes de la personalidad de nuestros “locos”, y no contribuir a echar por tierra la integridad con la que muchos de ellos cuentan. Hoy voy a escribir acerca de dos que no son los más importantes, pero sí los que más recuerdo, a los que más llevo anclados en mi memoria de niño.

Empecemos por el viejo “Fuira”, del cual nunca supe cómo se llamaba ni qué es lo que hacía o dónde vivía (pero para lo que tengo que contar de él poco importa su biografía). Era un viejo que siempre andaba en una bicicleta destartalada que llevaba un cajoncito de madera atrás, y que de lejos parecía el más senil de todos los ancianos por cómo pedaleaba, con un suspiro de moribundo por cada vuelta de 180° que daba a cada pedal. Al parecer un día se corrió la voz de que aquel pobre viejo, apenas cualquiera le pasaba por al lado en bicicleta al grito de: “¡Fuira, viejo!”, pedaleaba que podía transformarse en el próximo medallista olímpico del ciclismo en persona para dar caza a su agresor. Si le daba alcance al vivo en cuestión, decían (quiénes lo habrán dicho, no lo sé..), que el viejo lo zurraba de lo lindo, aunque ninguno haya visto jamás que le diera alcance a alguno. Hay un antecedente de dicho suceso, que se remonta al año 1895. Se trataba de un tal Quintana, quien montando un buen caballo, provocaba a menudo a los policías, los cuales cabalgaban unos matungos muy viejos y flacos (a los que, según un paisano nuestro, se les podía contar las costillas), lanzándoles un fuerte grito de desafío e insultos al pasar a la carrera por al lado de ellos. Entonces, se oía un ruido como de latas, producido por los sables de los vigilantes, quienes iniciaban la persecución, montados en sus flacas cabalgaduras, algunos perdiendo el equilibrio y mordiendo el polvo, otros azuzando inútilmente a sus pobres bestias, mientras Quintana ya se había perdido pronto de vista. Al parecer un hecho legendario como este puede hacerse carne en otro período de la historia más reciente. Es curioso comparar el riesgo al que se exponía Quintana si la milicada le daba alcance con el resultado de una carrera del “Fuira” si le daba alcance a algún niño (que eran quienes se divertían así a costa del pobre viejo), porque el efecto que provoca en el lector me parece que es el mismo: un sentimiento de orgullo (un poco exagerado incluso) tanto de parte del viejo “Fuira” como de la policía en aquel entonces, que es algo que caracteriza a mis desolados pagos, haciendo a sus ciudadanos susceptibles a un tipo de afrenta poco común. El viejo “Fuira” era otro tipo de persona cuando no se lo molestaba, un anciano pacífico pero alerta, o como lo describiría Dostoievski, es uno de esos seres que por un lado se avergüenzan de cualquier cosa, pero que por otro tienen un orgullo excesivo. El “Fuira” ya murió hace tiempo, pero su recuerdo queda hoy plasmado aquí.

Otro personaje al cual no conviene olvidar es al Busca-nidos, el cual como su apodo lo indica, no apartaba, y no aparta aún hoy, su mirada de los cielos. Llegué a pensar en Tales de Mileto cayéndose a un pozo por contemplar el cosmos, y me agradó la suerte de tener a un “loco” así entre nosotros. Grande fue mi desilusión al comprobar que sólo se trataba de un ciruja que por una anormalidad de su misma fisonomía, caminaba como sacando demasiado pecho, y por esto parecía no sólo contemplar el cielo y las estrellas, sino también las ramas de los árboles y sus nidos. En fin, que estos son los “locos” que hoy presento. Pronto, cuando tenga algo escrito, presentaré a otros que son aún más entrañables..

El viernes por la noche en INCAA me vi un peliculón argentino: Un Oso Rojo de Adrián Caetano. Me encanta Julio Chávez en ese papel de ex-presidiario, pues encarna un personaje que resulta único. La película trata de un tipo que sale de prisión y quiere pasar tiempo con una hija que tiene y a la que no vio crecer, y el tipo va, queriendo salir del robo en una época en la que no existen muchas más opciones; busca además que un viejo chorro que maneja un bar, le pague una guita que le debe.. ¿hace falta que les cuente de lo que trata la historia? La peli está muy buena: mírenla. Sólo puedo decir que su filmación transcurre durante el período en que el país se empieza a ir definitivamente a la mierda, es decir, a partir de que al payaso de Cavallo se le da por anunciar el corralito bancario o retención del dólar en Argentina. 


Por otro lado, me estoy viendo por fin, aunque fuera de sincro y con violentos ataques de pausa a cada instante, los capítulos de Neon Genesis Evangelion a partir del momento en que aparece Asuka (capítulo 9 en adelante), mi gran y único amor imposible, desde que tuve mi primer revista Evangelion (de prestado, claro). Jamás me imaginé que Asuka tuviera ese carácter tan jodido, y encima la mandan a Alemania para formarse, a la pobre. Me parece que sus humos de grandeza no van con la imagen que yo me había hecho de ella. Oh, Dios, la historia de siempre: enamorarme de una ilusión.. No obstante, seguiría enamorado de ella, pues es tan distinta a mi persona, que habríamos hecho un buen dúo, si no fuera hoy para mí una niña. A los 28 años de edad, no puedo concebir tal fantasía, pero sí imaginarme a la edad de ella pasando hambre y empleando mi amor por ella como un paliativo para vencer el miedo. Aunque la verdadera Asuka-aria me hubiera comido vivo por entonces, considero que al menos me hubiese hablado, cosa que hizo con Rei Ayanami sin importarle en nada la parquedad de ésta hacia el mundo. No digo que no haya tenido infancia, pues la tuve y muy buena; lo que no tuve fue pre-adolescencia, pero no culpo a nadie o sí no sé..

El maldito temporal ya amainó, y se respira el tan deseado aroma de primavera. Sólo por esto (que no es poco) estoy feliz. Lástima lo de Luján; y pensar que fui allí hace un año, y la consideré una ciudad incorruptible, con la majestuosidad de su basílica asomando por en medio de tanto bullicio citadino.. y va, y la corrompen las pestilentes aguas de un río pútrido y maloliente. El sábado tuve que ir de visita a mi antiguo instituto pedorro a completar los últimos trámites para que me den el único título que demuestra que sirvo para algo más que para escribir aquí. En definitiva sólo sé escribir (y muchas veces bastante mal).