CARTA UNO
Querida mía:
deseo que toda obra de arte
te conserve en tus pensamientos, en los
presagios de tu espíritu, en tu plañidero encanto, en tus caprichos, en tu
abstracción, en tu cuerpo desnudo de mujer selenita. Tu figura de pera
prohibida, a la que se anticipara Botticelli al pintar su Venus, se me aparece
por las noches de crudo invierno como lo más bello: una ninfa con la epidermis
y los cabellos envueltos en llamas, una torre gótica que le implora a Dios que,
por favor, no te ame, el Ave Inmortal que resucita de su pálida y chamuscada
ceniza, la escritura de Borges describiendo tu inteligencia (si es que la
tienes), un falo enorme que suscite en ti un orgasmo pleno, como el del lobisón
aullándole a una luna repleta de un mármol quebradizo.
Mientras desee todo esto, permaneceré aquí
sentado, a un costado del abismo a esperarte, a esperar nuestro infinito común.
Quizás pase algo: una luz cegadora, un disparo de nieve; un cataclismo con
fuego y azufre, un tsunami gigantesco, que marque el cero, y así todo vuelva a
recomenzar, ab initio, a nacer de otro huevo en el que seas tú la que me desees
a mi como hoy yo te deseo.
CARTA
DOS
Querida
mía:
sé que tenemos poco, pero
muy poco de conocernos. Casi nada. O nada. Pero no te preocupes por eso, pues
yo asumo todo el riesgo de declararle el mi amor a una completa desconocida.
Hay entre nosotros una gran pared que nos separa, como a Píramo de Tisbe: tu
indiferencia mundana.. Pero, ¿cómo puede ser que no te olvide? ¿De qué sitio
tomo yo tanta esperanza, tanto falaz ahínco para seguir amando tu figura en la
ausencia?
Enredadera, que arremetes por todos los
desiertos e inextricables habitáculos del pecho, que confundes el alma e
ilusionas el espíritu.. Enciende, amada mía [si no amante], la luz con tus
pupilas y el sonido con tus labios, y andemos sin tropiezos hasta la penumbra.
Deja todo lo demás de lado, mujer única, en flor, serenamente inmortal. Todo:
tu orgullo por el qué dirán y tu envidiosa necedad. Siento en mi corazón que no
existen los hados del destino si no te amo, pues estoy destinado a verte
siempre debajo de la cama, donde colecciono tus sonrisas, o en ensueños de
amargas fantasías.. Enarbolándonos en eterna asincronía, tu capricho será
finalmente mi ruina.
Te amo y te odio. No te amo o te odio. No a
veces te amo, a veces te odio. Solamente vos representás esa mezcla de
sentimientos encontrados; pues un amor endeble nos llevaría a odiarnos, un amor
perfecto a ilusionarnos con mentiras, y la resignación, a jamás entendernos.
Entonces, más allá de todo eso, sobreviene una fugaz idea: resulta suficiente
que sólo uno sea el que ama, para que pueda haber amor.
CARTA
TRES
Querida
mía:
quisiera decirte que te
amo así como aman los grandes artistas sus bellezas: con verdadero fervor y
genuino interés.. El amor es una herida que se renueva constantemente, un fénix
que vate sus alas ígneas, partiendo de un ser para llegar a otro. El amor es
cambio, metamorfosis de un alma por otra.
Eres eterna e insignificante hasta la
ausencia: no somos más que un cuerpo desnudo, un suspiro único, un anhelo
efervescente. Completo mi día, y pienso en ti: jardines, sexo, cornucopias,
cristales rotos, en ti..
Y qué más quisiera yo que renunciar al
pensamiento, volcar la conciencia en el absurdo o en la nada, y sentir como un
tonto, tu cuerpo desnudo. Jugar con tus manos, con tu pelo, con tu savia
salival, con tu vientre y tus senos como un niño, que busca entender y no creer.
Somos al igual que dos cauquenes patagónicos, perecederos al momento de partir
cada cual por su destino. Somos en otro ser, mejor y más nuevo.