La
televisión contribuye a fomentar la dañina influencia de las ilusiones que me
rodean y corroen el alma. Al verla cocinar a Xime por Cocineros Argentinos
siento cómo el alma intenta salírseme del pecho, aunque su idealización en una
perfecta ama de casa, resulte inevitable. Soy un misógamo asumido, y todas esas
estupideces de la casita y los hijitos me parecen fruslerías. Creo que el ser
humano se relaciona con sus semejantes más por hábito u obligación que por
verdadera decisión precedida por un deseo genuino. Tener una familia hoy es
caer en la Mentira.

Cuando
veía en la primera temporada de En Terapia o durante una de las semanas
de 12 Casas de Santiago Losa, a Ailín Salas y su plañidero encanto, cada
capítulo que había con ella me incitaban a la condescendencia, al amor y al
miedo de perderla. Pero, ¿por qué iba yo a sentirme responsable por lo que
pudiera pasarle a aquella febril muchacha, si no era ni mi novia ni mi pariente
ni nada mío.. por qué habría de amarla a aún con las particularidades que no
son propias de ella sino de su personaje? Porque caía en el dulce ardid de una
ilusión. Les daba de algún modo mayor vigor a los demonios que llevo dentro.
Dijo Vargas Llosa que un “escritor es aquel que escribe, no lo que quiere
escribir (ése es el hombre normal) sino lo que sus demonios quieren”, y ahí
tengo mencionados a dos de mis demonios: a Xime, la ama de casa, y a Ailín
Salas, la chica neurótica. Son sus personalidades o su esencia (más allá del
hecho de que cuando se conoce cómo son en verdad los actores que encarnan una
ilusión, uno se cura del peor de los engaños, o de la respuesta obvia de que
aquello es sólo teatro), lo que me atormentan y me urgen a escribir sobre eso.
Me resisto a escribirlo, porque pensármelo se me hace inevitable, imagino
historias con aquellas criaturas de ilusión, las escucho, como con ellas, les
hago el amor, las insulto, me reconcilio, hacemos otra vez el amor, miramos una
película y la comentamos.. Semejante efecto se producen con muchos de los
personajes del animé japonés, aunque sus consecuencias resulten menos
contradictorias que en el caso de los actores de carne y hueso, pues ya no
guardan vínculo tan estrecho con la realidad. He
intentado buscar al personaje de Ailín Salas en mujeres de todo tipo, y me he
llevado un chasco. Es más posible una Asuka en mi corazón que una Ailín Salas
en mi imaginación. Tal vez yo debí haber sido una caricatura.
“¿y
cuando uno lee..?” No, porque cuando uno lee también piensa, constantemente
está pensando, y al pensar no comete el error de dejarse llevar tan dócilmente
por una imagen creada en la mente (al menos que uno así lo desee). Aquellas
imágenes, ¿apelarían a mí para entretenerme o para confundirme? es un crimen
intentar implantarle una idea así a un mortal cuando éste está con las defensas
bajas, con el pensamiento inactivo o depositado en otro sitio. Está dicho hoy
aquí: prohibido pensar sobre lo que se siente, cuando se ve la televisión. Es
mejor dejar que le exploten las emociones a uno como mejor les parezca, que
inciten a los demonios a la revuelta.. Piensen que a fin de cuentas sólo se
trata de ficción científica, y que la realidad real se encuentra más cerca de
lo que creemos.
Hay
sin embargo cierta muchacha que me inspira amor, aunque se trate más bien de un
amor fraternal, como el que se sentiría por una hermanastra. Ni se me pasaría
por la cabeza desear acostarme con ella, conviene aclarar. Hoy en día se dice
que tal mortal gusta de tal otro, pero el verbo “gustar” resulta demasiado
ambiguo, pues qué es lo que gusta (su forma de pensar, sus ojos, su cuerpo,
todo..), y amar suena un tanto exagerado para lo que siento, así que “amor
fraternal” está bien. Digamos que amo sus cualidades, que no son las mías, como
el ser abstracto que en realidad es. Aclaremos: es un ser de carne y hueso,
pero cuyas cualidades van más allá de todo sexo, “más más allá” como soñara
Pessoa. Es toda ella pensamiento y toda ella ilusión. La siento como a una
versión mía mejorada, superada, transmutada. Voy a pasar a llamarle “ella”.
Puedo decir que “ella” parece haber pasado por un proceso de alquimia hermética,
por el cual el pensamiento alcanza una forma más elevada, más pura. Puedo hacer
una gran distinción entre “ella” y Ella (Ella, de quien sí se puede decir que
yo he estado enamorado.. aunque la verdad nunca haya alcanzado a entender mis
sentimientos por Ella): Ella era frívola y doctrinaria, y “ella” es libre y
mística. Ella se reía como una niña ingenua, pero se atormentaba pensando, su
fe en Dios era su guarida, y su castidad, su más alto valor en la vida. Creo
que me encapriché con emanciparla de su miserable virginidad, pero su fe en
Dios fue mayor.. “yo soy más Dios que Él, pues soy Dios de Mí mismo”, le dije,
y me creyó un loco. Pasemos a algo en común que tenemos “ella” y yo, algo que
Clavdia Chauchat le reprocha a Hans Castorp en un fragmento de la Montaña
Mágica de Thomas Mann: “(…) me tranquiliza oír que no es un hombre apasionado.
Si fuese apasionado, no podría ser lo que es. La pasión significa vivir por
amor a la vida. Y ya sabemos que usted vive por las meras experiencias que la
vida pueda proporcionarle. La pasión es el olvido de uno mismo y usted no tiene
otra preocupación que la de enriquecer su espíritu. Ni se le pasa por la cabeza
que ésa es una abominable forma de egoísmo, y que, un buen día, se convertirá
usted en un enemigo de la humanidad”. Así vivimos, ajenos al resto, exentos de
pasión, sedientos
de las meras experiencias que la vida pueda ofrecernos, con la diferencia de
que yo ya me he convertido en un enemigo declarado de la humanidad, un
misántropo que en su neurosis aún busca algo de aprobación de parte de otros
mortales. Soy el Hedonista Azul, aquel que ha llegado a la cúspide de su
egoísmo, ante un mundo que ha llegado al paroxismo de la Mentira, en un lugar
donde habitan “esos seres abortados y creados para irrisión de sus semejantes”.
Es “ella” la que va por el mismo camino, y la que debe adoptar el budismo o
correrse de la Rueda de la Fortuna o si no estará perdida para siempre, hundida
en el Abismo..
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