Selección de “locos”: el loco de los vidrios, es un limpia-vidrieras, lo que hace es sacarle
brillo a las vidrieras de los negocios del centro. Tiene la particularidad de
hablar solo mientras trabaja. Al parecer, algún que otro curioso al paso (pues
entre nuestros parroquianos los hay de sobra), se para un día a intentar
discernir algo del soliloquio de aquel singular personaje, y rescata cuestiones
referidas a su higiene personal, historias deshilvanadas acerca de sucesos que
probablemente no hayan ocurrido nunca, métodos ridículos para sanar la
indigestión, y el chisme (lo que otros le contaron o lo que otros le contaron
que le contaron..), aunque de este último no se lo puede culpar solo a él. En
definitiva, lo que hablaba eran pavadas. Llamó mucho la atención en una época,
porque siempre llevaba puesta la camiseta de algún club de fútbol con la marca
Adidas, con lo que los colores chillones resaltaban aún más su figura ya de por
sí inmensa, sobre todo en los días de mucho sol. A un grupo de miserables que
pasaban justo por donde él trabajaba, se les ocurrió ponerle un apodo (hay en
el Barrio un sinnúmero de inútiles dispuestos siempre a ponerle uno a todo
aquel que resulte un poco distinto al resto). En un derroche de genialidad más
allá de las fronteras de la pobre imaginación que puedan llegar a tener un par
de los miembros de la chusma, le llamaron Pavadidas = Pava (porque decías
“pavadas”) + Didas (porque llevaba siempre ropa de Adidas). Esta conjunción de
palabras quedó prendada de él hasta nuestros días. Un día, al pasar frente a
él, lo vi terminar de limpiar una vidriera y contemplar su reflejo
detenidamente. Al ver su reflejo tan nítido frente a él, lo matonea (con ese movimiento
de cabeza tan característico en los potrillos) y le dice: ¿Y vos qué mirás..?
Esto, sin duda, le serviría como publicidad, pues la vidriera no podría estar
más limpia. Un hecho a destacar de su personalidad es que le importa poco y
nada el qué dirán. Ustedes me dirán: ah, bueno, pero está loco ese.. Y yo les
diré que todos lo estamos.
Por
hoy basta de “locos”. El Ruso intentó llamarme también ayer, pero no alcance
tampoco en esa ocasión a tomarle la llamada. El Ruso fue mi compañero de banco
en el instituto pedorro en que estudié la carrera de bibliotecología. Nos
hicimos amigos casi enseguida, él leía a Voltaire y yo hacía sudokus. Nos unió
aún más el Maestro ruso, y comenzamos a juntarnos en bares de mala muerte para
hablar de literatura y beber cerveza. No parábamos hasta embriagarnos, y a lo
último creo que nos destornillábamos de la risa contándonos chistes sicalípticos,
y atrayéndonos de alguna que otra rubia raíces-negras. La verdad es que siempre
me gustaron esos lugares, me ayudan a pensar y no me siento para nada cohibido.
El Ruso ahora es bibliotecario escolar, lo cual le resultó bien porque ya era
maestro. Luego perdimos contacto visual y cada tanto me llama para mantener
contacto auditivo.. en fin, no hay mucho más para agregar ahí, salvo que el
Ruso me llame y yo lo atienda..
El
Barrio es la ciudad de los murmullos. No se puede pasar por al lado de un grupo
de personas sin que éstas dejen de hablar, guardando el mayor y más incómodo de
los silencios, clavándole a uno una mirada de lo más afilada, para pronto
retomar la desatendida conversación en un leve murmullo apenas no quedan a la
vista oídos ajenos. ¿Le importa a alguno acaso lo que sea de lo que esté
hablando la chusma? Todo el tiempo intentan sembrar la paranoia en el otro,
pues como ellos viven así, en ese estado de perpetua expectación por lo que
dirá el otro, insisten en mantener esa actitud tan solidaria. Mantener en
secreto constante hechos que sin duda todos conocen o pueden averiguar
fácilmente, y probablemente, con una mayor afinidad con la realidad, o que
sencillamente a nadie le interesa, es moneda corriente en el Barrio. Custodiar
una información banal, excitando a su vez la curiosidad del otro al pasar, me
parece una conducta bastante lamentable, porque si te interesa hablar de algo,
no hace falta que metas a otro en el asunto pensando que pueda llegar a
interesarle. No puedo estar pasando por al lado de dos chicas, dos chicos, o un
grupo de viejos verdes, que se quedan como pasmados, absolutamente mudos cuando
paso.. lo peor es de pronto sentir que cuchichean a mis espaldas, con lo que
sólo se me ocurriría pensar en mí (en caso de que me importara, no en caso de
que me moleste, pues sí que es molesto y mucho), que están hablando de algo
referido a mi persona, con lo cual ya entré en el baile. ¿Hace eso adrede la
chusma insulsa del Barrio, para descubrir si alguno tiene algo nuevo que
esconder, o para llamar simplemente la atención..? o qué sé yo, que parecen un
hatajo de vacas y ovejas, y no de personas.
Por
hoy nada más tengo que decir que resulte digno de mención..
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