miércoles, 5 de noviembre de 2014

La ciudad de los murmullos

Selección de “locos”: el loco de los vidrios, es un limpia-vidrieras, lo que hace es sacarle brillo a las vidrieras de los negocios del centro. Tiene la particularidad de hablar solo mientras trabaja. Al parecer, algún que otro curioso al paso (pues entre nuestros parroquianos los hay de sobra), se para un día a intentar discernir algo del soliloquio de aquel singular personaje, y rescata cuestiones referidas a su higiene personal, historias deshilvanadas acerca de sucesos que probablemente no hayan ocurrido nunca, métodos ridículos para sanar la indigestión, y el chisme (lo que otros le contaron o lo que otros le contaron que le contaron..), aunque de este último no se lo puede culpar solo a él. En definitiva, lo que hablaba eran pavadas. Llamó mucho la atención en una época, porque siempre llevaba puesta la camiseta de algún club de fútbol con la marca Adidas, con lo que los colores chillones resaltaban aún más su figura ya de por sí inmensa, sobre todo en los días de mucho sol. A un grupo de miserables que pasaban justo por donde él trabajaba, se les ocurrió ponerle un apodo (hay en el Barrio un sinnúmero de inútiles dispuestos siempre a ponerle uno a todo aquel que resulte un poco distinto al resto). En un derroche de genialidad más allá de las fronteras de la pobre imaginación que puedan llegar a tener un par de los miembros de la chusma, le llamaron Pavadidas = Pava (porque decías “pavadas”) + Didas (porque llevaba siempre ropa de Adidas). Esta conjunción de palabras quedó prendada de él hasta nuestros días. Un día, al pasar frente a él, lo vi terminar de limpiar una vidriera y contemplar su reflejo detenidamente. Al ver su reflejo tan nítido frente a él, lo matonea (con ese movimiento de cabeza tan característico en los potrillos) y le dice: ¿Y vos qué mirás..? Esto, sin duda, le serviría como publicidad, pues la vidriera no podría estar más limpia. Un hecho a destacar de su personalidad es que le importa poco y nada el qué dirán. Ustedes me dirán: ah, bueno, pero está loco ese.. Y yo les diré que todos lo estamos.

Por hoy basta de “locos”. El Ruso intentó llamarme también ayer, pero no alcance tampoco en esa ocasión a tomarle la llamada. El Ruso fue mi compañero de banco en el instituto pedorro en que estudié la carrera de bibliotecología. Nos hicimos amigos casi enseguida, él leía a Voltaire y yo hacía sudokus. Nos unió aún más el Maestro ruso, y comenzamos a juntarnos en bares de mala muerte para hablar de literatura y beber cerveza. No parábamos hasta embriagarnos, y a lo último creo que nos destornillábamos de la risa contándonos chistes sicalípticos, y atrayéndonos de alguna que otra rubia raíces-negras. La verdad es que siempre me gustaron esos lugares, me ayudan a pensar y no me siento para nada cohibido. El Ruso ahora es bibliotecario escolar, lo cual le resultó bien porque ya era maestro. Luego perdimos contacto visual y cada tanto me llama para mantener contacto auditivo.. en fin, no hay mucho más para agregar ahí, salvo que el Ruso me llame y yo lo atienda..

El Barrio es la ciudad de los murmullos. No se puede pasar por al lado de un grupo de personas sin que éstas dejen de hablar, guardando el mayor y más incómodo de los silencios, clavándole a uno una mirada de lo más afilada, para pronto retomar la desatendida conversación en un leve murmullo apenas no quedan a la vista oídos ajenos. ¿Le importa a alguno acaso lo que sea de lo que esté hablando la chusma? Todo el tiempo intentan sembrar la paranoia en el otro, pues como ellos viven así, en ese estado de perpetua expectación por lo que dirá el otro, insisten en mantener esa actitud tan solidaria. Mantener en secreto constante hechos que sin duda todos conocen o pueden averiguar fácilmente, y probablemente, con una mayor afinidad con la realidad, o que sencillamente a nadie le interesa, es moneda corriente en el Barrio. Custodiar una información banal, excitando a su vez la curiosidad del otro al pasar, me parece una conducta bastante lamentable, porque si te interesa hablar de algo, no hace falta que metas a otro en el asunto pensando que pueda llegar a interesarle. No puedo estar pasando por al lado de dos chicas, dos chicos, o un grupo de viejos verdes, que se quedan como pasmados, absolutamente mudos cuando paso.. lo peor es de pronto sentir que cuchichean a mis espaldas, con lo que sólo se me ocurriría pensar en mí (en caso de que me importara, no en caso de que me moleste, pues sí que es molesto y mucho), que están hablando de algo referido a mi persona, con lo cual ya entré en el baile. ¿Hace eso adrede la chusma insulsa del Barrio, para descubrir si alguno tiene algo nuevo que esconder, o para llamar simplemente la atención..? o qué sé yo, que parecen un hatajo de vacas y ovejas, y no de personas.

Por hoy nada más tengo que decir que resulte digno de mención..

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